Por Herman Avoscan
Uno imagina que en el diseño de una ruta nacional intervienen ingenieros viales, pero también urbanistas, desarrolladores, planificadores. Uno se ilusiona pensando que cuando al fin esa ruta nacional pase por el pueblo traerá mejoras en las comunicaciones, menor cantidad de accidentes, más interacción económica. Una integración rápida y segura.
Pero como en una película de terror, esas expectativas pueden transformarse en un enorme desencanto cuando finalmente la obra llega al lugar. Porque no era lo esperado. Porque ya no da respuestas a los problemas. O porque el crecimiento de las ciudades torna obsoleta a la respuesta pensada en otros centros de decisión.
Algo de esto ocurre con nuestra ruta 22. Imaginada en 1935, terminada a mediados de los ’60, fue el camino que integró a las distintas localidades del Alto Valle entre sí y a las distintas regiones del país. Un eje vertebrador que fue definiendo el desarrollo regional. La ruta y el ferrocarril fueron las dos referencias concretas a la hora de planificar.
Hoy, la ruta es un verdadero dolor de cabeza para los altovalletanos. Porque realmente está saturada de tránsito (situación que se agravó en los últimos años), porque la carpeta está muy deteriorada y en algunos casos, porque las ciudades terminaron convirtiendo a las rutas en “calles internas” con dinámicas de tránsito totalmente diferentes.
Y la solución que Vialidad Nacional empezó a concretar en los distintos tramos tiene ese pecado original: un diseño pensado en las oficinas de Buenos Aires hace 15 años en una realidad que cambió.
Todo parece indicar que esta obra traerá “consecuencias indeseadas” que soluciones verdaderas.
La “estructura elevada” que se plantea es más una gigantesca muralla que una ruta; desde lo urbanístico, no respeta las características de las ciudades; y habrá problemas en la comunicación en sentido norte – sur, a pesar de derivadores y colectoras. Hoy, algunos empiezan a darse cuenta de que tal vez había otras alternativas…
El reclamo de rionegrinos y neuquinos por conseguir cambios en la ruta 22 fue unánime y comenzó a principios de los ’80. En donde nunca hubo unanimidad es en cuál debería ser esa solución. Repasemos:
- una ampliación de la traza actual, con dos carriles por mano. Sostenían que cualquier modificación produciría perjuicios económicos a las ciudades;
- un cambio de traza por el contrafuerte de la barda norte, que permitiría un desarrollo más ordenado y la diferenciación entre el tránsito pasante, el tránsito de cargas y el tránsito interurbano;
- otra alternativa era que la nueva traza pasara por la margen sur del río Negro.
Este debate se desarrolló con mucha intensidad entre 1998 y 1999. Las tres propuestas tenían sus ventajas y sus desventajas. En aquel momento, la primera fue considerada “más realista” y acorde al presupuesto. Así lo entendieron la mayoría de los intendentes de la región (con la solitaria excepción de los cipoleños Julio Arriaga primero y Alberto Weretilneck después); cámaras empresarias e instituciones de la región.
Es decir que una parte de la responsabilidad debemos buscarla en casa. La otra, sin duda, está en Vialidad. Formateada por historia y costumbres en tomar decisiones desde su sede central, el organismo tiene conductas un tanto esquizofrénicas: por un lado, siente un verdadero terror al conflicto; por otro, una actitud paternalista del desarrollo regional. Ejemplo de la primera: la falta de solución al corredor vial de Villa La Angostura por el rechazo de algunos sectores de esa comunidad; de la segunda, la ubicación del segundo puente sobre el río Neuquén (el “puente nuevo” al lado del “viejo”) a pesar de la región.
Y como la idea de ampliar la ruta viene desde la construcción del camino (Vialidad ya había expropiado los 70 metros necesarios para ello), le metieron para adelante. Eso sí: el proyecto brilla por su ausencia. Existe una idea general, alguna que otra presentación, pero lo que se llama un proyecto ejecutivo en sí, no está. Por eso se van buscando alternativas sobre la marcha. Y nos vamos enterando sobre la marcha qué significan algunas palabras Por ejemplo, “construcciones elevadas”.
Esperemos que los responsables de la obra y la nueva conducción de Vialidad tengan la razonabilidad suficiente como para adaptar esta obra y adecuarla – en lo posible -, a las necesidades de cada ciudad. Y no dejar a las dos partes del valle (la del lado del río y la de la ruta), incomunicadas y convertidas en dos realidades totalmente diferentes.