El cierre parcial del gobierno estadounidense alcanzó los 36 días y superó el récord anterior de 2018-2019, en medio de una fuerte parálisis política entre republicanos y demócratas. El bloqueo legislativo impidió aprobar un nuevo presupuesto y mantiene sin salario a más de 1,4 millones de empleados federales, mientras ambos partidos se acusan mutuamente por la falta de acuerdo.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, responsabilizó al liderazgo demócrata del Senado por el estancamiento, mientras que el demócrata Hakeem Jeffries advirtió que el rechazo republicano a extender beneficios sanitarios podría disparar los costos de atención médica para millones de personas. Analistas coinciden en que la disputa refleja la profunda polarización política que atraviesa al Congreso y la falta de diálogo entre el Poder Ejecutivo y Legislativo.
Las consecuencias del cierre se extienden por todo el país: la Administración Federal de Aviación reducirá el tráfico aéreo en 40 aeropuertos, miles de vuelos ya sufren demoras diarias y los programas de asistencia alimentaria se encuentran limitados por falta de fondos. Desde la Casa Blanca, el presidente Donald Trump anunció que las ayudas sociales se reanudarán recién tras la reapertura del Gobierno.
Según estimaciones oficiales, el cierre podría costar más de 11.000 millones de dólares y afectar el crecimiento del PIB en hasta dos puntos porcentuales. Con más de cuatro décadas de antecedentes en este tipo de crisis, la actual se convierte en la más prolongada de la historia estadounidense y evidencia el grado de enfrentamiento político que paraliza la gestión pública.
