En Argentina, la gestión menstrual se ha convertido en un tema de preocupación debido al aumento significativo de los precios de los productos de higiene femenina en los últimos años. Este aumento ha afectado especialmente a las mujeres y personas con capacidad de gestar, que deben destinar una parte cada vez mayor de su presupuesto para adquirir estos productos básicos.
Según un informe de la ex Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad, en Argentina hay más de 12 millones de personas que menstrúan, y el 60% utiliza toallitas descartables durante su período. Sin embargo, el costo de estos productos ha aumentado considerablemente. Por ejemplo, un pack de 16 unidades de toallitas femeninas de primera marca puede costar hasta $6300, mientras que las opciones más económicas se encuentran desde los $2800. En el caso de los tampones, los precios oscilan entre $3000 y $4000.
Este aumento de precios ha generado que el costo anual de menstruar usando toallitas alcance los $43.276, un incremento del 568,47% en comparación con el año anterior. Para quienes utilizan únicamente tampones, el presupuesto anual supera los $64.000. Estos costos elevados afectan principalmente a los sectores más vulnerables de la sociedad, profundizando las desigualdades existentes.
Ante esta situación, se han propuesto alternativas más económicas y ecológicas, como las toallitas de tela, la copa menstrual y la ropa interior absorbente. Estos productos reutilizables y sustentables ofrecen una solución a largo plazo, ya que no generan desechos plásticos y reducen los costos a largo plazo.
Sin embargo, a pesar de estas alternativas, sigue habiendo un desafío importante en cuanto al acceso a productos de gestión menstrual para las mujeres y personas con capacidad de gestar en situación de vulnerabilidad. En la actualidad, no existen políticas públicas nacionales que garanticen el acceso a estos productos, lo que puede llevar a que las personas afectadas se vean obligadas a faltar a clases o al trabajo debido a la falta de recursos para adquirir estos elementos básicos de higiene.
En este contexto, se hace necesario que se implementen políticas públicas que garanticen el acceso a productos de gestión menstrual, especialmente para los sectores más vulnerables. Esto incluye la provisión gratuita de estos productos en espacios comunitarios como comedores y escuelas, la eliminación del IVA sobre estos productos y la promoción de alternativas sustentables y accesibles para todas las personas que menstrúan.
El impuesto rosa y su impacto en los precios de productos de higiene femenina
El impuesto rosa, también conocido como «pink tax», es una disparidad de precios entre productos y servicios dirigidos a mujeres en comparación con productos similares dirigidos a hombres. Esta disparidad se basa en estereotipos de género y resulta en que los productos destinados a mujeres a menudo tienen un precio más alto, a pesar de no haber una diferencia real en la calidad o el valor intrínseco de los productos.
En el caso de los productos de higiene femenina, como toallitas sanitarias, tampones y otros productos relacionados con la gestión menstrual, el impuesto rosa se hace evidente. Las marcas a menudo invierten más dinero en la presentación, empaque, diseño y publicidad de estos productos dirigidos a mujeres, lo que contribuye al aumento de sus precios.
Este aumento injustificado en los precios de los productos de higiene femenina es especialmente preocupante dado que la gestión menstrual es un gasto inevitable para las mujeres y personas con capacidad de gestar. El aumento de precios de estos productos puede tener un impacto significativo en el presupuesto mensual de las personas menstruantes, especialmente en los sectores más vulnerables de la sociedad.
Además, la disparidad de ingresos entre hombres y mujeres también contribuye al fenómeno del impuesto rosa. Las mujeres, que representan aproximadamente el 70% de las decisiones de compra a nivel mundial, no solo pagan más por los productos de consumo, sino que también se les paga menos en comparación con los hombres.
En conclusión, el impuesto rosa es una manifestación de desigualdad de género en el mercado, donde los productos dirigidos a mujeres son más caros que los equivalentes dirigidos a hombres. Es necesario abordar esta disparidad de precios y trabajar hacia una mayor equidad en los precios de los productos de higiene femenina, garantizando así un acceso más justo y asequible a estos productos esenciales.