José “Pepe” Mujica falleció este martes 13 de mayo a los 89 años, tras una larga lucha contra un cáncer de esófago que se había extendido al hígado. La noticia fue confirmada por el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, quien lo despidió como “un luchador incansable por los más humildes y por la democracia”.
La figura de Mujica trascendió fronteras. Fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, periodo en el que impulsó reformas de fuerte impacto social como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis. Su estilo de vida austero y su discurso directo lo convirtieron en una referencia ética y política en todo el mundo.

Antes de llegar al poder, Mujica fue parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años 60. Pasó más de 13 años en prisión durante la dictadura uruguaya. Esa experiencia marcó profundamente su visión del mundo y su compromiso con los más postergados.
Durante su presidencia, vivió en su chacra junto a su esposa Lucía Topolansky y donaba gran parte de su sueldo. Su vida simple fue una declaración política: “No soy pobre, soy sobrio”, decía, diferenciándose de las lógicas del poder tradicional.

A comienzos de 2025, el propio Mujica reveló que su enfermedad había avanzado y que no seguiría con tratamientos. “Hasta acá llegué”, expresó, pidiendo privacidad y tranquilidad para su despedida.
Con su partida, se va uno de los grandes referentes de América Latina. Un dirigente que hizo política con valores, con el cuerpo y con la palabra. Que se enfrentó a los grandes poderes sin perder nunca la ternura ni la coherencia. Un legado que sigue latiendo en cada rincón del continente.
