Tras más de tres horas de votación, el humo negro que emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina marcó el cierre de la primera jornada del cónclave sin que se haya alcanzado un consenso entre los cardenales electores. La “fumata negra” es la señal tradicional que indica que ningún candidato obtuvo la mayoría necesaria para ser elegido Papa.
Los 133 cardenales con derecho a voto —todos menores de 80 años— se retiraron a la residencia de Santa Marta, donde permanecerán en aislamiento hasta reanudar las deliberaciones este jueves a las 9 de la mañana (hora local). La agenda prevé una primera votación matutina y, de no haber acuerdo, una segunda. Por la tarde podría haber otras dos rondas.
Para que un cardenal sea elegido como nuevo Sumo Pontífice, se requiere una mayoría de dos tercios: es decir, 89 votos. Hasta que se logre ese número, el proceso continuará con votaciones sucesivas en completo hermetismo, siguiendo los estrictos protocolos del cónclave.

La jornada había comenzado con la misa “Pro eligendo Pontifice” en la Basílica de San Pedro, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, quien llamó a los presentes a actuar con discernimiento y responsabilidad ante lo que definió como “una decisión crucial para el futuro de la Iglesia”.
Horas más tarde, a las 16:15, los cardenales ingresaron en procesión a la Capilla Sixtina, entonando himnos e invocando al Espíritu Santo. Una vez selladas las puertas, se dio inicio a las votaciones, cuya única señal visible para el mundo es el humo que emerge al exterior: blanco si hay elección, negro si no la hay.
El cónclave es el mecanismo tradicional con el que la Iglesia Católica elige a su líder espiritual desde hace siglos. Se trata de un proceso cerrado, sin comunicación con el exterior, que busca garantizar libertad y reflexión a los electores. La expectativa global se mantiene en vilo mientras continúan las votaciones para definir al sucesor de Francisco.