La suspensión de exportaciones de gas desde Argentina hacia Chile, en medio de una ola de frío polar, generó un fuerte impacto en la industria trasandina y reavivó antiguos cuestionamientos sobre la dependencia energética entre ambos países. La medida fue tomada por el Gobierno argentino para priorizar el consumo interno, pero provocó preocupación en medios chilenos y sectores empresariales.
Según informó la Secretaría de Energía argentina, primero se interrumpieron los contratos “interrumpibles” y luego se avanzó sobre otros acuerdos menos flexibles. Aunque se aseguró que el abastecimiento residencial chileno no fue afectado, la suspensión alcanzó a sectores industriales estratégicos, justo cuando la demanda energética se disparó un 25 % respecto del invierno pasado.
Diarios como El Mercurio, La Tercera y Diario Financiero advirtieron que este tipo de decisiones unilaterales por parte de Argentina “ponen en jaque la estabilidad energética” de Chile. También recordaron que no es la primera vez que ocurre: episodios similares durante 2007 y 2008 generaron fisuras diplomáticas y obligaron a Chile a diversificar su matriz con gas natural licuado (GNL).
Si bien el corte actual fue presentado como una respuesta excepcional a una situación crítica de consumo interno, desde el país vecino volvieron a plantearse dudas sobre la fiabilidad del sistema de integración energética en el Cono Sur. Algunos referentes pidieron revisar los marcos de cooperación bilateral para dotarlos de mayores garantías ante futuras crisis.
En paralelo, Argentina también enfrentó interrupciones internas que afectaron a ciudades como Mar del Plata, Rincón de los Sauces y localidades del Valle Medio rionegrino, donde los hogares quedaron sin gas en plena ola polar. Para Chile, esta situación volvió a dejar en evidencia su vulnerabilidad estructural ante decisiones externas, incluso en un contexto de supuesta integración energética.