El Gobierno anunció el despido de 619 personas del Plan ENIA; la iniciativa nació en 2017 y busca garantizar el acceso gratuito a la salud sexual y reproductiva.
Sheila González sentía que su iniciación sexual debía ser un secreto que podía compartir sólo con sus amigas. Por temor a ser juzgada, no se atrevió a preguntarle a su mamá o a alguna docente de la escuela cómo cuidarse para prevenir un embarazo. En cambio, se aferró a una idea arraigada entre las chicas de su círculo: “Si te duele y sangrás al tener relaciones, entonces no quedás embarazada”, decían. Al poco tiempo, se enteró de que esperaba un bebé. Tenía 13 años.
Ahora Sheila cumplió 23 años, pero todavía le tiembla la voz cuando recuerda los maltratos que recibió por parte del sistema de salud al iniciar los controles obstétricos. Como iba acompañada de su mamá, los médicos hablaban frente a ella como si no estuviera presente. “A mi mamá le decían: ‘Ay mamá, cuidala. Elijamos un método anticonceptivo para que tu hija no vuelva acá después de este bebé”, relata con la voz quebrada.
Esta mujer oriunda de la localidad cordobesa de Villa Dolores, que está en pareja hace ocho años y estudia enfermería, recuerda que en aquel momento los contenidos de educación sexual no circulaban con fluidez en la escuela. Y no se atrevía a hablar con su mamá. “No había a quién preguntar. Vivías tu sexualidad como un secreto, ibas resolviendo las cosas a medida que te pasaban”, explica. Esperar un bebé la convirtió en “la chica embarazada” de la secundaria. Una marca que, inesperadamente, la puso como referente para muchas otras chicas que, como alguna vez ella, querían vivir su sexualidad y no sabían a quién recurrir con sus dudas.
“¿Te puedo hacer una pregunta?”, dice que se iniciaban las conversaciones con otras adolescentes del colegio. Lo que seguía eran consultas sobre métodos anticonceptivos y una sucesión de ideas erróneas sobre estrategias para no embarazarse: “La primera vez no quedás embarazada”, “Si te duele y perdés sangre, nunca quedás embarazada” o “¿Para qué me voy a cuidar, si se cuida él?”.
Se estima que siete de cada 10 embarazos en niñas y adolescentes menores de 15 años son no intencionales y, en su mayoría, consecuencia de abusos y violencia sexual. La cifra desciende a cinco de cada 10 en adolescentes de entre 15 y 19 años, según los datos más recientes recabados por el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), un programa creado en 2017 y que, tres años después de su puesta en marcha, ya había reducido la tasa de embarazo en niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años por encima del 40%.
A pesar de este impacto notable, ayer el vocero presidencial, Manuel Adorni, informó en su conferencia de prensa matutina que finalizó el contrato de 619 personas involucradas con el Plan Enia -las llama consultores- debido al rediseño del programa.
El plan ENIA promueve actividades de sensibilización, consejería y asesorías en salud sexual y reproductiva tanto en escuelas como en centros de salud para que los adolescentes cuenten con los conocimientos necesarios a la hora de ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.
“Se trata de un programa que también incidió positivamente en la denuncia de abusos contra niñas y adolescentes. Al recibir información, muchas chicas pudieron denunciar a sus abusadores”, contextualiza Victoria Ruiz, secretaria pro gremial de la junta interna de ATE, que representa a los trabajadores del plan ENIA afectados por esta decisión.
Ruiz explica que el número total de trabajadores vinculados con el programa suman 700. “Entramos en estado de alerta por el vaciamiento y desguace de esta política pública porque los despidos representan una gran proporción del total”, denuncia. Y agrega que, al día de ayer, sólo un pequeño porcentaje de los 619 despedidos habían recibido una notificación oficial. “El resto, se enteró por televisión”.
Consultadas por LA NACION, fuentes del Ministerio de Salud expresaron que el Plan continuará, pero justificaron los despidos diciendo que el objetivo del programa era dejar capacidad instalada en las provincias, pero que nunca se concretó la delegación de las responsabilidad. “La contratación de consultores presentaba llamativas discrecionalidades que habilitaban el uso político”, puntualizaron. “En este caso, si las provincias quieren seguir con las contrataciones mencionadas, podrán hacerlo bajo su propia evaluación y solvencia”, agregaron.
Las mismas fuentes resaltaron que, desde el Ministerio de Salud de la Nación se va a continuar con el desarrollo del Plan “a través de su rol rector y desde una mirada integral, mediante el seguimiento, control y la compra de insumos”, expresaron.
En 2018, fueron madres unas 69.803 adolescentes de entre 15 y 19 años y unas 1938 niñas o adolescentes menores de 15 años. Tres años más tarde, y gracias a la implementación del Plan ENIA, el total de adolescentes de entre 15 y 19 que habían tenido un hijo o hija había descendido a 46.236, en tanto que la cifra de niñas o adolescentes menores de 15 había bajado a 1394.
El acompañamiento, una deuda pendiente
A pesar de todos los avances en materia de reducción de embarazos, ser madre o padre en la adolescencia todavía hoy implica grandes dificultades para ejercer otros derechos, como el de poder estudiar o acceder a un empleo formal. Según un estudio realizado en 2019 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas junto al plan ENIA y otros 10 países de América Latina, sólo el 38% de las adolescentes que se convierten en madres logran terminar el secundario, un 3% alcanza estudios terciarios y sólo el 1% llega a la universidad.
“El trabajo en prevención ha sido muy bueno y ha dado sus frutos, pero todavía queda mucho por hacer, sobre todo en las poblaciones más vulneradas”, reconoce Alejandra Scialabba, directora de la Fundación Kaleidos, organización que acompaña a adolescentes que se convirtieron en madres o padres para que puedan ejercer plenamente todos sus derechos.
Scialabba considera que la información disponible no siempre es la que los chicos y chicas necesitan. “Se sabe que existen ciertos métodos, pero no cómo acceder a ellos. Cuando van a un centro de salud a pedirlos, muchas veces les dicen: ‘Volvé con tu mamá’, cuando la presencia de un mayor no es requisito para el acceso”, ejemplifica.
Para la especialista, es necesario seguir trabajando para romper también con ciertas ideas fuertemente arraigadas, sobre todo en las poblaciones más vulnerables. “Todavía impera mucha sumisión en las chicas y cierta idea de que acceder a mantener relaciones sexuales sin protección es una prueba de amor. ‘Si te querés cuidar, seguro es porque andás con otro’, les dicen”, explica.
Además de seguir profundizando en la prevención del embarazo no intencional, Scialabba considera que son necesarias más políticas públicas de acompañamiento a las adolescentes que son madres. “Hay escuelas que todavía les dicen: ‘Con el bebé, no’, o empresas que prefieren jóvenes sin hijos. Si no las acompañamos, muchas veces es una traba detrás de la otra en el sistema de salud, en la escuela o en el mundo del trabajo”, describe.
En Villa Dolores, Sheila, quien hoy es promotora comunitaria de Embarazo y Maternidad Adolescente de Jakairá, un programa de Kaleidos, también ve grandes avances en materia de acceso a la información. Sin embargo sigue percibiendo el mismo nivel de maltrato hacia las chicas embarazadas que vivió en carne propia hace diez años. “De alguna u otra manera, el mensaje que recibís de todas partes es el mismo: ‘Si fuiste grande para tener relaciones, ahora tenés que ser grande para todo. Falta empatía”, concluye.