La lactancia materna y la alimentación son fundamentales en los primeros mil días de vida de un niño, una etapa crítica para el desarrollo integral de las infancias. En este periodo se establecen las bases para el crecimiento saludable, un concepto que excede lo meramente físico y que también involucra lo cognitivo y emocional.
Dentro de ese lapso, una etapa fundamental es el segundo semestre de vida, ya que, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), la lactancia materna debe ser exclusiva hasta los 6 meses para luego ir incorporando alimentos de forma paulatina y bajo recomendación del pediatra.
Sin embargo, muchas familias en nuestro país, por múltiples causas, no pueden brindarle a los bebés la nutrición más adecuada o desconocen cuán relevante es la dieta en los primeros meses para el desarrollo de sus hijos. Los expertos coinciden en que crecer sin los nutrientes necesarios genera secuelas a largo plazo en el organismo. En ese sentido, Infobae accedió en exclusiva a un informe del Centro de Estudios sobre Política y Economía de la Alimentación (CEPEA) sobre la dieta de los niños de entre 6 meses y un año de vida.
Y los nuevos datos relevados muestran déficits nutricionales que atentan contra la buena salud: niños menores de un año con niveles por debajo de lo recomendado en minerales esenciales como zinc y hierro. La falta de estos componentes fundamentales para un sistema inmune robusto, implica que el primer entramado de defensas para que los niños no se enfermen puede vulnerarse.
Parece una verdad de perogrullo pero vale recordarlo, una dieta desbalanceada en los seres humanos —más aún en bebés en etapa crítica de desarrollo— abona un terreno fértil para el avance de distintas enfermedades.
Parece una verdad de perogrullo pero vale recordarlo, una dieta desbalanceada en los seres humanos —más aún en bebés en etapa crítica de desarrollo— abona un terreno fértil para el avance de distintas enfermedades.
El estudio realizado por CEPEA (Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación) se basó en los datos de la 2a Encuesta Nacional de Nutrición y Salud y analizó la ingesta de micronutrientes y el balance nutricional en 1.850 niños y niñas entre 6 y 12 meses de edad.
Los nuevos datos generan preocupación: la dieta en esa etapa de la vida, en promedio, está por encima de lo recomendado en aporte de proteínas y sodio, y por debajo en ácidos grasos omega-3, zinc y hierro.
CEPEA es un prestigioso centro destinado a la investigación y está integrado por expertos en nutrición que se dedican a estudiar y analizar los problemas en los patrones alimentarios de la población. A partir de los resultados de sus estudios, buscan orientar y diseñar políticas sanitarias que mejoren la alimentación de los argentinos.
El profesor y licenciado en nutrición Sergio Britos, director de CEPEA y quien lideró el estudio, detalló a Infobae cómo la buena alimentación en el primer año es un escudo protector por el resto de la vida y de qué manera los efectos de una mala dieta resquebrajan la salud de los niños a largo plazo, con un impacto que deja secuelas en la vida adulta.
“Los patrones alimentarios adecuados durante la primera infancia, además de contribuir al crecimiento saludable y al desarrollo del sistema inmunológico, son claves en la prevención de enfermedades crónicas futuras. Por eso, dada la 2a Encuesta Nacional de Nutrición, nos parecía relevante trazar un buen diagnóstico acerca de cómo las familias estructuran los patrones alimentarios de los niños y niñas pequeños en un tiempo en que incluso está en vigencia la Ley de los 1000 días”, señaló Britos.
A los 6 meses, el bebé apenas está aprendiendo a masticar. Sus primeros alimentos deben ser blandos para que sean muy fáciles de tragar, como papillas o frutas y verduras bien trituradas, según señalan las guías de Crianza y Alimentación de UNICEF.
La agencia de las Naciones Unidas para las infancias remarca que a medida que el bebé incorpora cantidades cada vez mayores de alimentos sólidos, debe continuar recibiendo la misma cantidad de leche materna.
Luego, entre los 9 y 12 meses, los alimentos que se incorporan deben ser ricos en vitaminas y minerales y proporcionar energía. Mantener un dieta variada con distintos ingredientes todos los días le da al niño la mejor oportunidad de obtener todos los nutrientes que necesita.
“Además de cereales y papas, los niños deben consumir a diario verduras y frutas, legumbres y semillas, un poco de aceite o grasa rica en energía y, especialmente, alimentos de origen animal (lácteos, huevos, carne, pescado y aves)”, agregan las guías de UNICEF.
En el estudio de CEPEA, la elección de niños de 6 a 12 meses permitió analizar la composición nutricional de la dieta una vez que los niños comienzan a incorporar alimentos sólidos y semi sólidos, determinando si cumplen o no con las recomendaciones sugeridas en la Guía de Práctica Clínica en Alimentación Complementaria (GPCAC), recientemente elaborada por el Ministerio de Salud.
El documento al que accedió Infobae mostró que los desequilibrios en la alimentación son más pronunciados en quienes abandonan la lactancia materna y consumen leche de vaca , algo que ocurren en 4 de cada 10 niños menores de un año.
Vale destacar que la leche de vaca está contraindicada en el segundo semestre de vida precisamente por la sobrecarga de algunos nutrientes que genera en ese momento del desarrollo de los niños y niñas.
Esta combinación de consumo de leche de vaca con o sin lactancia materna, sumado a un patrón de alimentación complementaria inadecuado (en términos de calidad nutricional) son factores determinantes de:
- Ingesta elevada de calorías, grasas, azúcares y sodio.
- Ingesta elevada de proteínas, que puede representar una mayor carga renal y riesgo aumentado de obesidad a largo plazo.
- Baja ingesta de vitamina D y ácidos omega-3.
- Baja ingesta de zinc, nutriente crítico para el desarrollo del sistema inmunológico.
El profesor Britos remarcó que el componente lácteo de la dieta recomendado hasta el año de vida “sigue siendo la lactancia materna”.
En ese sentido el director de CEPEA señaló que, como recomienda el Ministerio de Salud, en los casos de niños y niñas que no tengan acceso a la lactancia materna por diferentes motivos “la opción debe ser una fórmula de seguimiento, que presenta un perfil nutricional superior a la leche de vaca y permite una mejor cobertura de las recomendaciones de las Guías de Práctica Clínica sobre Alimentación Complementaria para menores de 2 años, algo que no se logra con la leche de vaca, que no está indicada para esa etapa de la vida”.
Como parte del estudio, los investigadores llevaron adelante un ejercicio teórico de simulación en el que se reemplazó el aporte nutricional de la ingesta de leche de vaca por el de fórmulas infantiles adecuadas para la edad, según las guías del Ministerio de Salud.
Como resultado, encontraron que ese reemplazo, guiado por profesionales de la salud, puede contribuir al equilibrio entre aportes no excesivos de energía, proteínas y sodio (además de grasas, azúcares y almidones) e ingestas de buena densidad nutricional en nutrientes deficitarios como omega-3, vitamina D, hierro y zinc.
“Confiamos en que esta investigación sume evidencia reciente que contribuya a mejorar los patrones alimentarios de los más pequeños y puedan lograr un crecimiento saludable”, concluyo Britos.
INFOBAE