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“Un hijo de nuestra tierra”: Ceferino Namuncurá, el beato que emocionó a Bergoglio

El 11 de noviembre de 2007, la localidad rionegrina de Chimpay fue escenario de un hecho histórico para la Iglesia y para el pueblo argentino: la beatificación de Ceferino Namuncurá, joven mapuche que dedicó su vida a Dios y a su comunidad. El entonces arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio —hoy papa Francisco—, estuvo presente en la emotiva ceremonia.

Ceferino, hijo del lonko mapuche Manuel Namuncurá, se convirtió en una figura emblemática por representar el encuentro entre la cultura indígena y la fe católica. Su beatificación en su tierra natal fue interpretada no solo como un reconocimiento a su vida de fe y servicio, sino también como un gesto de reconciliación y respeto hacia los pueblos originarios de Argentina.

Durante una entrevista realizada por la periodista Laura Riquelme, el futuro pontífice expresó con profunda emoción:

«Un muchacho de nuestra tierra, un muchacho que fue fiel a sus tradiciones, que no renegó de su raza, que amó a su tierra, a su familia, y amó a Jesucristo. Porque se encontró con Jesucristo, quiso servir a su tierra llevando lo mejor que había encontrado: Jesucristo».

A los fieles que se congregaron ese día en Chimpay, Bergoglio dejó un mensaje que aún resuena:

«El camino de la heroicidad, el camino del patriotismo, el camino de la santidad es para todos».

También destacó la importancia del acontecimiento al remarcar:

«No sé si esta es la muestra de fe más grande, pero sí es una gran muestra de fe. Un hijo de nuestra tierra beatificado. Más aún, hay un solo beato que nació y murió en Argentina —una monja cordobesa—, pero este es el primer santo telúrico, bien de nuestros pueblos originarios».

La ceremonia reunió a miles de fieles provenientes de todo el país y del extranjero. Comunidades indígenas, autoridades civiles y eclesiásticas, y devotos se unieron en una celebración cargada de simbolismo, respeto y devoción.

Durante la homilía, se resaltó a Ceferino como “un joven humilde y entregado a los demás”, y se subrayó que su vida fue “un ejemplo de cómo se puede vivir la fe desde la propia identidad cultural”. Además, se afirmó que “la Iglesia necesita aprender de la sabiduría de los pueblos originarios” y que Ceferino representa “un puente entre dos mundos que no deben enfrentarse, sino encontrarse”.

Para muchos, este hecho marcó un antes y un después en el camino hacia una Iglesia más inclusiva, abierta a la diversidad cultural y comprometida con las raíces más profundas de su pueblo.